Bien dicen que los mexicanos no tememos a la muerte, al contrario, la celebramos. También tenemos la idea de que el pan de muerto solo debe comerse en temporada de muertos. Y que los megadesfiles y megaofrendas nada tienen que ver con lo que verdaderamente importa: aquellos altares íntimos que cada quien le hace a sus muertos, con la comida específica que les gustaba, el trago específico, los objetos que más les gustaban.
Pues no hay tradición más fascinante y emotiva que el Día de Muertos. Los colores, los sabores, la nostalgia y esa peculiar sensación de que recibimos (al menos por una vez al año) la visita de los seres queridos que han pasado a mejor vida, significa mucho para cualquier mexicano fiel a las tradiciones que nos definen.
Este año, el Día de Muertos será celebrado por millones de mexicanos de una manera diferente. Para salvaguardar la sana distancia y evitar aglomeración de personas en panteones, desfiles y otras actividades, esta tradición tan arraigada y celebrada en diversos destinos y estados de nuestro país, se realizará sobre todo bajo formatos digitales.
Algunos han preparado plataformas especiales y otros más aprovecharán sus redes sociales en Facebook, Twitter e Instagram.
Así que las fiestas de disfraces y megaofrendas en la ciudad, tendrán que esperar. Sin embargo, queremos recordar aquel desfile que cambió la perspectiva de todo.
En 2015 se estrenó la película que le agregó elementos a la celebración: Spectre, cinta que forma parte de la saga de James Bond el agente Bond 007 y que presentó un magno e inédito desfile de Día de Muertos creado para la ocasión, en el que se mostraban calaveras gigantes, catrinas, acróbatas y todo un despliegue visual ajeno a la tradición.
Aquel desfile rescató la idea y estereotipos mundiales (más por una industria que rehace los lugares comunes, como Hollywood) de que México vive en un jolgorio permanente y cotidiano ante la muerte. El vestuario, la comida, las calaveras de Guadalupe Posadas, los disfraces y todo lo que se generó con el desfile, tiene que ver con elementos más propios de un desfile estadounidense que de la tradición.
Finalmente, fue una aportación válida, aunque muchos puristas (los mismos que no soportan Coco, la versión Pixar del Día de Muertos) alegan que el desfile era como una procesión de Disneylandia pero con huesudos y catrines.
El cine supera por mucho a la realidad: si las celebraciones públicas y privadas del Día de Muertos suelen ser como una cinta independiente, la algarabía de Spectre parecía de un blockbuster de Michael Bay.
Por otra parte, se podría discutir bastante sobre si, la antes mencionada, Coco es un ejemplo de apropiación cultural, y no sería la primera vez que Disney generaría una controversia de este tipo. A inicios de siglo sucedió con Mulan, pero esa es otra historia, y aunque los comentarios y trabajo positivos siempre señalan que Disney utiliza su fuerza internacional para crear historias que puedan llegar a todos los rincones, haciendo una apropiada representación de los personajes que integra, hay algunas acciones que nos hacen cuestionar las buenas intenciones, pero también hay que entender que casi cualquier tradición es una construcción que evoluciona y que los productos valiosos no responden solo a los tópicos, sino a los temas universales.
De esta manera Hollywood ha encontrado la manera de convertir en capital lo que hasta hace algunas décadas era visto como una tradición extraña y hasta macabra. Pensemos en la cinta animada El libro de la vida (The Book of Life, Jorge R. Gutiérrez, 2014) muy luminosa pero son sus clichés.
Por último, podemos deducir que el Día de Muertos está más vivo que nunca. Aunque se trata de una tradición heterogénea, tiene en común la idea de que, durante estas noches, los difuntos vuelven al mundo de los vivos y se conmemora con ofrendas, música, papeles picados y otros elementos típicos.
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