En una entrevista para XL Recordings, el músico británico Thom Yorke advirtió: “Sabes que estamos en problemas cuando la gente ya no quiere escuchar música triste. Es una manera de desconectarse del mundo”, pienso en ello como una clara forma de explicar los atareados días que vivimos hoy. Aunque quizá, para muchos es un poco desconcertante esta declaración, ya que nos la pasamos escuchando música completamente “triste” todo el día, pero es claro que si nos asomamos a las tendencias musicales que más se escuchan en la radio comercial la música parece haber adquirido un tono inquietantemente alegre y sospechosamente inverosímil.
Sin afán de sonar pesimista ni mucho menos, lo cierto es que si algo habita en nuestras entrañas, desde el momento en el que nos planteamos nuestra existencia a partir del otro para cuestionarnos las eternas preguntas de quiénes somos, para qué estamos aquí y más, es la tiricia, la protagonista de esta magna incertidumbre. No por nada ha sido y seguirá siendo, hasta el final de los tiempos –me aventuro a decir–, un tema universal en todos los contextos. A esto, escucho Low Roar, la banda californiana-islandesa de post-rock, y no cabe duda que su melancólica y neblinosa atmósfera invita a un inevitable viaje introspectivo a nuestros recuerdos y al archivo de memoria colectiva como humanidad.
Quizá sea demasiado decir que nos traslada a una conciencia colectiva, pero pienso en cómo los poetas han logrado traducir las emociones humanas desde la experiencia más íntima y personal a lo más universal, ¿de qué va el arte si no de dialogar más allá de una barrera entre la única experiencia humana a un jardín extenso en vivencias colectivas? Ryan Karazija en compañía de Logi, Leifur y Andrew Scheps, han logrado consolidar en distintas dimensiones sónicas el aullido perdido entre la multitud con su proyecto musical Low Roar.
Siendo una banda relativamente nueva, fundada en 2011, con cinco álbumes, ya han cautivado distintos públicos alrededor del mundo. México no es la excepción, tanto es así, que no son inusuales su visitas a nuestro país, pues el próximo 15 de enero se presentarán en el Teatro Milán en la CDMX y el 17 de enero en el Estudio Diana en la ciudad de Guadalajara, Jalisco.
Low Roar lanzó su primer disco homónimo en 2011, en el que sencillos como “Give Up” y “Nobody Else” resuenan en nuestros oídos hasta la fecha. En sus canciones Ryan Karazija, líder de la banda, arrastra temas en los que la ansiedad, la depresión, las relaciones interpersonales, el amor y desamor son las cúspides de todo un discurso sonoro. La exploración entre los sintetizadores y la estética de unir su música en una misma atmósfera, ofrece la sensación de estar escuchando un mismo tema en distintos momentos, sobre todo en sus primeros álbumes.
El año pasado, lanzaron ross., álbum en el que expandieron las posibilidades de su sonido para indagar en las nuevas tendencias musicales. Claramente escuchamos un sonido más evolucionado sin perder su esencia en la que la saudade prevalece en cada acorde. ross. experimenta un lado b de la banda, en el que el toque acústico con textura folk y simples arreglos, se combina entre atmósferas experimentales (muy característico de ellos) y los icónico beats electrónicos en el que el juego entre sintetizadores y efectos electroacústicos complementan a la perfección una nueva faceta de la banda.
Con su peculiar registro de voz entre lo agudo y sereno, que incluso ha sido comparado con voces como la de Thom Yorke, Karazija retrata la saudade como síndrome de un sentirse incómodo y no perteneciente constantemente, en el tema “Darkest Hour” lo simplifica en apenas unos versos: “Home's so far away/ and I'm so far from home/ my enemies are near/ but still I cannot touch/ what I want the most” ( “Mi hogar está muy lejos/ y estoy tan lejos de casa/ mis enemigos están cerca/ pero sigo sin poder tocar/ lo que más quiero”).
Low Roar, sin duda, es una de las bandas que quizá ha pasado debajo del radar de muchos oídos, pero que merece la pena ser explorada por sus múltiples claroscuros que dibujan en cada una de sus partituras. Además, regresando a lo que decía Yorke en su momento sobre las canciones tristes, quizá no se trate únicamente de una tristeza simplona, sino más bien de un malestar en el que la incomodidad por no hallarnos entre tantos espejismos, como síntoma de una época en la que es más fácil ensimismarnos que aventurarnos a conocer lo que hay fuera de nosotros mismos, y para eso la música siempre es una serena respuesta.
Recuerda no perderte la oportunidad de escuchar a Low Roar en vivo, para sumergirte en sus atmósferas sónicas y su inevitable melancolía, el próximo 15 de enero se presentarán en el Teatro Milán en la CDMX y el 17 de enero en el Estudio Diana en la ciudad de Guadalajara, Jalisco.