No hace mucho que imaginábamos el mundo virtual como uno ajeno en el que otra dimensión sucedía, el anonimato era el punto de partida para redescubrirnos en gustos, preferencias y demás. Sin embargo, cuando las redes sociales comenzaron a llegar entre el silencio y una aparente inocencia, se convirtió en un espacio para compartir nuestra vida real (o algo cuasirreal), el laberinto comenzó a parecerse más a un agujero negro en el que una vez absorbido, pareces perderte.
“Espejito, espejito, ¿quién es la más bella de todas?” De una frase clásica de la literatura y de una de las villanas más populares de la historia, al lema de una generación en la que las selfies se han convertido en todo un abismo de narcisismo en el que más que la otredad, como hizo Narciso, nos reconocemos entre los likes y número de seguidores que interactúa con nosotros.
Sin adentrarnos en el tema de la deformación de lo real, desde los filtros hasta el ángulo que se decide enmarcar en nuestras stories o publicaciones, pensemos en nuestra imagen. Miles de fotos existen en internet con nuestro rostro. Incluso parece algo siniestro cuando vas a la app de Google Photos y existe un buscador de rostros. De esta manera, una serie de rostros aparecen en nuestra biblioteca, incluso de desconocidos que aparecen al fondo de nuestras fotografías o imágenes. Es decir, ¿en cuántos teléfonos está nuestro rostro “accidentalmente”?
“¿Quiénes somos?” Ha sido una de las preguntas primitivas de nuestra especie humana, actualmente la pregunta sigue y se manifiesta en distintas ramas, desde la empírica espiritual, hasta la filosófica e incluso hasta la fisiológica en la que nos cuestionamos sobre nuestro transporte: el cuerpo. Más allá de todo, la identidad es un tema que ahonda muchos espectro de los cuales hay un montón de lo cual es pertinente hablar.
El caso de nuestra imagen y el exceso de ella en la red es uno que ahora, más que nunca, interesa. Vivimos en un mundo en el que basta con que tengas un mal día en público y miles de cámaras te hayan grabado para entonces convertirte en el meme del momento. Como si no tuviéramos derecho a equivocarnos, la policía de la moral o de lo correcto señala y publica bajo hashtags que, casi siempre, dejan de un lado al contexto real.
A veces olvidamos que todos podemos estar en ese punto, regalamos nuestros datos personales como si se tratara de algo nimio, como regalamos nuestra imagen a grandes corporaciones (Instagram y su séquito, etc) olvidando que son de dominio público. Asimismo, un descuido en público puede ser la marca en nuestras frentes para nuestro futuro general, tanto profesional como en la vida personal.
Se trata de una trampa, a veces pensamos que la historia de lady tal o lord tal es algo que nunca podría pasarnos, ¿pero realmente quién está a salvo? Es decir, uno mismo decide subir contenido con su rostro y no siempre es muy afortunado, de ahí muchos videos virales que su propio autor subió sin saber que se convertiría en la burla de internet, ya sea por ignorancia o por mera ingenuidad.
Miles de ejemplos, miles de ladies y lords, un montón de personajes míticos que se convirtieron en virales sin querer serlo. El mundo virtual, definitivamente, también es el mundo real y negarlo quizá solo sea síntoma de un duelo por la transición tecnológica.
De este fenómeno nadie se salva, tenemos el claro y curioso ejemplo de lo que sucedió con B.J. Novak, actor de la aclamada serie de The Office, quien descubrió que su imagen era utilizada en diversas partes del mundo para productos piratas.
El actor de esta icónica serie y quien también fue productor de la misma, e incluso actuó en Inglourious Basterds y The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro; se sorprendió al descubrir que su imagen terminaría siendo usada por un montón de empresas en el mundo para promocionar productos piratas.
Desde un perfume Calvin Klein en Suecia, una máquina para cortar el pelo en China, hasta la pintura facial en Uruguay, B.J. Novak se convirtió en el rostro de la piratería en productos inimaginables en puntos aleatorios del mundo.
Al respecto, Novak decidió tomarlo con humor y explicó que esto se debe a que “hace años, alguien colocó por error una imagen mía en un sitio de dominio público, y parece que ahora estoy en productos de todo el mundo. Esto me parece demasiado divertido como para hacer algo al respecto”.
Incluso, cuando descubrió su imagen en una fragancia pirata, el actor la publicó en su instagram en 2014 con la leyenda humorística: “Tengo la bendición de anunciar el lanzamiento de mi fragancia, disponible ahora en una tienda departamental sueca”.
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El actor podría fácilmente emprender cuestiones legales al respecto, pero parece que prefiere ir por la paz y verlo desde el humor. “Me divierte demasiado como para hacer algo al respecto”, comentó para el New York Times.
No cabe duda de que el mundo virtual se ha convertido en otra dimensión que, a veces, puede salirse de control. Todos, incluso quienes no tienen redes sociales o no utilizan mucho el internet, somos parte de ella. Se trata de una narrativa en la que el mundo, más que nunca, se sostiene desde niveles económicos, políticos y hasta sociales.
¿Quiénes somos? Quizá sea la pregunta que llevaremos siempre como marca de nacimiento en nuestras mentes, por siglos y siglos, y quizá ahora estamos en la era en la que la virtualidad puede fungir como camino a su respuesta o puede ser solo una trampa más para alejarnos de ella. Todo depende del ángulo con el que se mire.
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