Con acordes inolvidables, letras desde lo más profundo de las entrañas y momentos únicos en los escenarios, la historia del rock siempre ofrece mucho de qué hablar, pero, sobre todo, este género trasciende cualquier tipo de barreras y une a masas de personas para volverlas una sola a la hora de conectar en los grandes conciertos.
El origen de estos momentos surge de diversas razones, cada rockero y rockera han tenido sus inspiradoras historias, trágicas y aventuradas. En cada uno habita un pasado y un motivo único que los hizo entregarse al instante a la hora de componer y expresar sus creaciones.
D.A. Pennebaker (Evanston, Illinois, 1925 - Long Island, 2019) tenía un ojo audaz y exquisito para retratar cada uno de estos orígenes. Pennebaker fue un reconocido cineasta documentalista estadounidense, quien en 2012 fue merecedor de un Óscar Honorífico por el reconocimiento de toda su carrera profesional y su legado fílmico. La noticia de su fallecimiento, el pasado sábado primero de agosto, pone de luto a toda la comunidad cinematográfica y al mundo del rock.
Si bien, no podemos asegurar que haya sido específicamente él quien creara el “rockumentary” como género, afirmamos que él lo llevó a un nivel más alto, trascendiendo las narrativas tradicionales al estilo “telenovelas”, para ahondar mucho más allá de lo que hay detrás de una escena emblemática en el mundo del rock y el personaje que la encarna.
En uno de sus documentales (Monterey Pop) inmortalizó uno de los momentos más catárticos y simbólicos en la historia del rock, cuando Jimi Hendrix quemó y destrozó su guitarra en el escenario después de tocar Wild Thing.
En 1953 el cineasta dio a conocer su primer cortometraje experimental titulado Daybreak Express, en el que el ojo del espectador se enfoca en las imágenes de una ciudad (Nueva York) desde el interior de un tren, con Duke Ellington y los sonidos del tren de fondo, simulando los ritmos de la ciudad y el desplazamiento que se vive en ella.
Su peculiar selección musical, más allá de que esté relacionada con la época, nos habla de su exquisito oído musical. Su interés en cuanto al mundo de la música siguió desarrollándose de manera exponencial.
Fue en 1967 cuando retrató la vida y obra del gran músico del folk y reciente ganador del nobel de literatura, Bob Dylan. En su película Don’t Look Back, retrata la gira que dio el cantautor en Inglaterra en 1965, la última de su etapa acústica. Se considera que este fue el documental que trazó la línea de un antes y un después en el género documentalista sobre la música (o rockumentary, después llamado así) como lo conocemos hoy en día.
Grandes de los momentos históricos en la vida surgen sin saber que se convertirán en legados o leyendas para el futuro, lo mismo le sucedió a Pennebaker al filmar este documental, y también para Dylan, que en ese entonces era un músico poeta sin la trascendencia o alcance para atestiguar su momento.
En una entrevista de Pennebaker y Chris Hegedus (socia y esposa de D. A. Pennebaker en su compañía Pennebaker Hegedus Films), para La Fuga, Pennebaker comentó lo siguiente al respecto:
“No creo que ninguno de nosotros estuviera consciente de algún momento histórico en particular, y tengo la impresión de que Dylan tampoco, que en ese entonces era un poeta que aún no había sido descubierto y que más adelante sería de interés… tú sabes, como Shelley o Byron, o cualquier persona que sea un poeta, que sólo son conocidas por un cierto número de personas. No tenían grandes bases históricas, sino un interés momentáneo. Yo nunca pensé en él de esa manera, era solo un filme por hacer”.
Al preguntarle sobre lo que opinaba sobre el músico él afirmó que:
“Me parecía interesante en la manera como utilizaba el lenguaje. Decía las cosas al contrario de la manera establecida. Pero además, parecía ser bastante normal. No tenía ningún objetivo específico con el filme, él trataba de hacer un tour en Inglaterra y yo estaba ahí para registrarlo lo mejor posible”.
La trayectoria fílmica de Pennebaker, además de trascender por su género, ha revelado la mirada privilegiada de quien estuvo muy cerca en la intimidad de los orígenes y grandes momentos de la escena del rock en su pleno apogeo, en la década de los sesenta, al público, lo cual agradecemos y reconocemos infinitamente.
Como mencionamos, otra de sus grandes películas fue Monterey Pop (1968), en el que retrató el mítico festival preWoodstock, Monterey Pop Festival que se realizó en 1967.
No podía faltar su mirada y enfoque en la vida de uno de las más grandes y míticas voces de la escena del rock, con Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1973), en la que retrató el último concierto del alter ego de David Bowie, Ziggy Stardust, creado para el álbum The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars.
En este material discográfico, Bowie creó un universo en el que el fin del mundo acabaría en cinco años, por ello la canción de “Five Years”, en la que canta: “So many mothers sighing. News had just come over, we had five years left to cry in” (“Tantas madres suspirando. Las noticias acababan de llegar, nos quedaban cinco años para llorar”).
Por eso, este momento fue uno de los especiales que Pennebaker se dedicó a inmortalizar.
Su creación también se enfocó hacia la vida política, con materiales como Primary (1960) el cual codirigió con Robert Drew, cineasta documentalista pionero del cinéma vérité, o cine directo, en Estados Unidos, en la que siguió la carrera del expresidente norteamericano John F. Kennedy y su camino hacia la Casa Blanca. También, entre sus materiales con enfoque a la vida política destacó The War Room (1993), el que codirigió con Chris Hegedus.
El legado de Pennebaker sin duda resolvió cuestiones cinematográficas y artísticas en cuanto a la mirada del arte y lo que hay detrás de la vida de quien encarna el arte del rock en los escenarios.