28 de septiembre, un día que nadie olvidará, la tragedia nacional sucedió, El Príncipe de la Canción, una leyenda de la música mexicana, acababa de partir de este plano. Por otro lado la Ciudad de México empezaba a pintarse de verde con las movilizaciones feministas a favor del aborto, mientras que hacia el monumento de la Revolución, en especial al Frontón México, comenzaba a vibrar con beats estridentes que inundaban el sistema nervioso de los asistentes.
Un día agitado, un duelo compartido entre millennials y baby boomers, y la alegría de una convocatoria activista en favor de los derechos de la mujer, la Ciudad de México ya respiraba rápidamente. Con el pulso bien acentuado y los músculos respondiendo a los beats de Xeno & Oaklander tomé vuelo en el Command Festival 2019.
Once actos, diferentes sonidos y la fiebre nostálgica sonora, predominantemente ochentera, hizo latir el Frontón México con la edición renovada del anteriormente llamado CNTRL_Fest, ahora nombrado CMD_F. Vestimentas exóticas, el negro como bandera y un estilo mayormente trashy. Una conmemoración a la estética de los ochenta y comienzos de los noventa, sobre todo la ola británica de la moda punk con estilos industriales, y un espíritu salvaje se reveló, tanto en el escenario como en el público.
Piensa en mundo posapocalíptico, del que tampoco estamos tan lejos, en el que el agua y los recursos comienzan (como en muchos lugares del mundo ya lo son) a ser motivos de guerras mundiales, algo que visualmente explicado puede parecer la película de Mad Max (2015). Elementos de estos escenarios son recogidos por la estética electro punk, o synthpunk. Esta estética nace a finales de los setenta e inicios de los ochenta, pero tomó nombre y forma propiamente hasta 1999 por Damian Ramsey, al intentar abarcar las bandas punks que mezclaron elementos del synth rock y del punk rock en un mismo sonido.
El escenario estuvo protagonizado por sintetizadores, cajas de ritmos y voces, en su mayoría, femeninas. En medio de una luz plateada y un azul pálido, Xeno & Oaklander exploró la atmósfera de los sentidos para ofrecer un concierto digno de recordar. La mirada abstraída de Liz Wendelbo y los fuertes beats y visuales de Martial Canterel compaginaron un clímax en el que los pies respondieron a sus instintos y los oídos se embriagaron de su exquisito dance/electrónico.
La espera por Boy Harsher se sentía, a pesar de que este festival se concentró en ser uno horizontal en el que la dinámica de los headliners y los protagonismos no figurara, la asistencia y participación de la audiencia hizo notar a una de las bandas más esperadas en esta edición. Se trató de Boy Harsher, quienes, sin duda, llenaron de energía, euforia y pasos erráticos el lugar.
Jae Matthews y Augustus Muller hicieron suyo el escenario, con el cambio golpeado entre beats, y el eléctrico sonido de la voz de Jae, conquistaron el ambiente sonoro del evento. Con un look despreocupado, pero con una estética enfocada en su sonido principalmente, Boy Harsher hipnotizó a la audiencia durante una hora con su peculiar salvajismo.
La atmósfera que crearon con sus sintetizadores nos voltea la mirada a la década de los ochenta, pero la exploración y diversas técnicas en las que se han empeñado para elaborar su trabajo, nos reafirma su ruta de creación completamente innovadora.
Sin duda, este año ha sido uno de los más prolíficos en los que han lanzado dos álbumes. En febrero sacaron a la luz Careful, con diez temas completamente diferentes, pero con una identidad completamente propia de Boy Harsher. Igualmente, en septiembre acaban de lanzar Country Girl Uncut, en el que muestran una tonalidad más clara, sin dejar de ser metálica y afilada para hacernos bailar con movimientos erráticos, muy al estilo de los inolvidables pasos de Ian Curtis.
Ver a Jae Matthews entregarse en los delirantes beats de Augustus Muller, fue una experiencia de cuerpo completo. Con un volumen que te hacía rebotar los pulmones y con la energía efervescente de Muller, Jae parecía que flotaba entre los cambios de luces, de rojo a verde, de azul a oscuridad. Así fue escuchar a este dúo estadounidense, más allá de los sentidos, más allá de sus canciones, su música incendió el lugar.
Cada uno con su personalidad, emanando una esencia que raya entre lo kitsch y lo “anarco punk”, el estilo colegial trashy entre las mujeres y el estilo cholo punk entre hombres, eran los outfits predominantes en el Command Fest. Esta estética ha evolucionado con el tiempo, sobre todo ahora, cuando el ambiente está atascado de tantos discursos que el ruido es más predominante que la claridad de alguno.
La masificación discursiva nos ha estampado con mil tendencias para elegir, para seguir y, sobre todo, para pregonar. Tú eliges cuál, y la moda siempre viene de la mano, más aún cuando se trata de la reivindicación de un movimiento o de algún género. La forma de vestir habla mucho de quiénes somos, qué esperamos y quizá también pueda decir hacia dónde vamos, y digo quizá, porque ¿quién sabe en realidad hacia donde va?
La ansiedad de un mundo en el que pareciera que estamos esperando a que nos extinga nuestra propia negligencia, esta angustia de no saber qué esperar porque cada vez las crisis sociales, económicas y la más preocupante: la ambiental, están bombardeandonos en la incertidumbre de una amenazante pregunta, ¿habrá mañana? Podríamos definir a este subgénero eléctrico del punk, con un paso completamente fatalista hacia el mañana, pero con su energía adolescente en el hoy.
Lo kitsch de un discurso en el que más que una verdad panfletaria, podríamos tomarlo como un ruido universal, el electro punk desahoga el nerviosismo universal colectivo que cargamos todos los días en la cotidianidad. La tendencia de vestir con playeras rotas, vestidos de red, medias, botas largas, cadenas, pecheras y todo con un aire despreocupado y sostenerte de símbolos pops reivindicándolos en el discurso de la “rebeldía” social y la protesta de ir en contra de un “sistema”, es hacia donde se ha dirigido esta tendencia.
ADULT. también supo conquistar a su público, y es que su música y los armoniosos gritos de Nicola Kuperus llenaron el espacio de una vigorizante energía. Más allá de su música, y su sonido único, este dúo compuesto por Adam Lee MIller (anteriormente de Coche Le) y la artista visual Nicola Kuperus, quien también se encarga de las voces, es un ícono fashionista para este género.
Sobre todo si enfocamos la atención en Adam, quien desde el manejo de los sintetizadores y los arreglos musicales, carga con una presencia altamente llamativa y digna de conmemorarse en las filas de la moda. Al igual que Nicola, con un extravagante corte de un flequillo a mitad de la frente, tuvo su momento de clímax al bajar del escenario para cantar junto a su público y disfrutar de ser una con ellos.
Algo que suele ocurrir en las tendencias contraculturales es la reivindicación de símbolos, “somos los raros, pero también nos gusta o han influido en nosotros estos íconos pop en nuestras vidas”, y Robert Alfons (TR/ST) lo demostró al salir con una playera de Madonna (de los ochenta, por supuesto).
TR/ST también fue una de las presentaciones más esperadas de la noche, y esto se veía venir desde el inicio, cuando gran parte de los asistentes ya vestían su playera, o cargaban la edición especial de The Destroyer-1 en vinilo, su más reciente álbum.
Robert Alfons azotó su energía en el escenario para el momento que le tocó presentarse, a pesar del cansancio que representó para los asistentes esperar a su llegada, su música invadió de efervescencia al público. Maya Postepski (baterista de TR/ST) tampoco se quedó atrás, y su talento, carisma y energía no pudo evitar hacernos latir el corazón más fuerte.
La concurrencia del evento no fue la esperada, claramente la energía que liberamos como público y la que nos ofrecieron los músicos fue única, pero el lugar debió sentirse no del todo lleno para Noiselab, organizadores del evento, una pena para quienes se lo perdieron, pero esperemos que esto no sea problema para próximas ediciones.
Un género poco explorado en México merece más espacios para manifestarse en todas sus aristas, desde las composiciones, el inigualable jugueteo con los sintetizadores, la presencia de grandes talentos, la actitud de los asistentes y la moda que nos acompaña como vehículo de identidad día con día.
Imagen Facebook oficial de TR/ST