Este año ha sido el más peculiar del siglo, nuestra forma de interrelacionarnos ha cambiado radicalmente, y aunque todo parece indica que sólo es el inicio, el mundo ha comenzado a arrancar motores dentro de los límites que la nueva realidad exige.
Dentro de los primeros eventos que se llevaron a cabo presencialmente fue el Festival de Venecia, el cual, a pesar de la marcada ausencia de perosnalidades y películas, le ofreció el gran premio a Nomadland, de la directora chino-estadounidense, Chloé Zhao.
Zhao se alzó con el León de Oro, siendo la quinta mujer en recibir este galardón; de igual forma, se llevó a casa el Premio del Público en el Festival de Cine de Toronto. Estos dos galardones ya posicionaron a Nomadland como la favorita para arrasar en la temporada de premios.
Pero, ¿quién es Chloé Zhao? Ya que parece que seguiremos escuchando su nombre por mucho más tiempo.
La directora nació como Zhao Ting en Beijing en 1983. Su padre era un rico gerente de una empresa de acero; su madre trabajaba en un hospital y participó en un grupo de actuación para el Ejército Popular de Liberación. Cuando era adolescente, Zhao pasaba sus horas de clase dibujando mangas, escribía fan fiction y veía películas. Happy Together, de Wong Kar-wai, fue una película que le cambió la vida; pero fue hasta mucho después que decidió contar historias.
Cuando tenía 15 años, sus padres la enviaron a un internado en Inglaterra, pero fue Estados Unidos, el escenario de sus tres películas, lo que la atrajo. Después de estudiar ciencias políticas en Mount Holyoke College, se mudó a Nueva York y se enfrentó a trabajos esporádicos como promotora de fiestas, inmobiliaria e incluso camarera.
Ser mesera fue una revelación para la directora, ya que disfrutó aprendiendo sobre las historias de vida de otras personas y decidió inscribirse en el prestigioso programa de posgrado de la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York.
Fue mientras vivía en Nueva York que, paradójicamente, Zhao se sintió atraída hacia el Medio Oeste de Estados Unidos, el escenario de sus tres películas. “Creo que estaba en mis veintes. Me sentía un poco perdida”, dijo Zhao en una conferencia de prensa en Venecia. “E históricamente, cuando la gente se siente perdida, se va al oeste. Y eso es lo que hice.”
Precisamente en el Estados Unidos rural fue que encontró el ambiente en el que realizó su debut, Songs My Brothers Taught Me (2015), cinta que cuenta la historia de dos hermanos jóvenes Lakota Sioux, Jashaun y su hermano mayor John, en la reserva india Pide Ridge de Dakota del Sur.
Después de pasar meses en la reserva, conoció al vaquero Sioux de la vida real Brady Jandreau, quien se convirtió en la inspiración y la estrella de su segunda película, The Rider (2018). Esta cinta hizo que el mundo volteara a ver su potencial y cuenta la historia de una estrella del rodeo cuya existencia se ve amenazada cuando sufre un traumatismo craneal importante.
Si algo ha caracterizado a la directora, es que en cada espacio en el que decide filmar, decide conocerlo desde dentro, lo que permite que se empape de los sonidos, el ambiente y la realidad del lugar para al final encontrar aquello que hace universal lo que quiere contar.
Por ello, no sorprende que para filmar Nomadland, pasó meses con habitantes de camionetas de la vida real, muchos de los cuales encontraron su camino en la película en papeles secundarios. Aunque puede parecer similar a sus anteriores trabajos, ya que pone el lente en historias que no son comunes, Zhao declaró en entrevistas que es realmente distinta.
Realmente se trata de crear un ecosistema. Mi primera y segunda película podrían haber parecido similares, pero era un ecosistema muy diferente creado para permitir que existieran los niños o los jóvenes vaqueros, y en este caso se trataba de lograr que Fran [McDormand] se mezclara y nosotros no nos viéramos como una gran producción de Hollywood y también trabajando con nómadas y su agenda. Pasar cinco meses viajando por siete estados es muy diferente a hacer una película en una reserva.
Aunque su lente ha estado puesta en Dakota del Sur, y en las carreteras en las que viven millones de personas en Estados Unidos, Zhao no ha dejado sus raíces de lado. Las llanuras que la enamoraron en América son sólo un nuevo recuerdo del amor que sintió por las de Mongolia.
Y por ello, es que busca hacer películas tan humanas, esperando que su familia en el gigante de Asia se identifiquen.
Quiero que mi familia en China, que no habla mucho inglés o que no se preocupa particularmente por lo que sucedió en Estados Unidos, vea esta película y se relacione con estos personajes. Y para hacer eso, tengo que enfocarme en historias humanas que son universales.
Lo curioso es que más pronto que tarde veremos la nueva cinta de Zhao, esta vez alejada de las llanuras con vaqueros y nómadas, y se dará rienda suelta a la fase cuatro del Universo Cinematográfico de Marvel con Eternals. Siendo la segunda mujer en dirigir una cinta de este universo de superhéroes, en el que las cartas fuertes son Angelina Jolie, Salma Hayek y Richard Madden, entre otros.
Aunque podríamos asumir que sólo tendrá su nombre pero no su sello, felizmente podemos decir que estamos equivocados, ya que el productor Kevin Feige está buscando un tinte particular para algunas de estas cintas. Y en relación a esto, Zhao habló con Collider:
Rodé exactamente del modo en que quería rodar. En localización, con mucha hora mágica. Trescientos sesenta grados con la misma cámara, como hicimos en Nomadland. Mismos aparejos. Es un poco surrealista. Todavía estoy esperando a que me caiga de la cama pero no es así, creo que tuve suerte porque Marvel quiere arriesgarse y hacer algo diferente.
Sin duda, resulta intrigante lo que esta mujer que fue conocida en el mundo por renovar el western, puede hacer con dioses mitológicos que dejarán la puerta abierta para que más enemigos y superhéroes lleguen a las pantallas grandes.
Así pues, Chloé Zhao está caminando por la ruta que la llevará a ser una de las mayores directoras de nuestros tiempos, lo cual sin duda resulta refrescante. Además que sus tomas abiertas, llenas de naturaleza, en la que los cielos pintados de atardeceres son la norma, sin duda, es algo que extrañamos en esta nueva normalidad.
FOTO: Vegafi / CC BY-SA.