Del trap al reguetón, del reguetón a trap y un montón de más destinos entre ires y venires son en los que ha reparado la música del puertoriqueño, Bad Bunny. Este emblemático personaje ha trascendido la escena musical para ser más que un músico contemporáneo del pop latino.
Actualmente escuchamos el nombre de Bad Bunny e invariablemente sabemos quién es, ya sea por sus sencillos que escuchamos a veces hasta sin querer en cualquier esquina, o por su incursión en la actuación junto a Brad Pitt, o incluso solo por tratarse de este personaje que está enloqueciendo a medio mundo por su próximo concierto en la Ciudad de México el 9 de diciembre en el Estadio Azteca.
Y es que cuando los colores estridentes de nuestras tradiciones latinas se mezclan con los ritmos primitivos de nuestra humanidad, con unas cuantas cucharadas de la escena hip hopera contemporánea de Estados Unidos y una pizca de autenticidad, la estética reguetonera se dibuja ante nuestros ojos y oídos deseosos por descubrir lo que ha revolucionado la industria en los últimos años.
Ya hace un rato que asumimos que el reggaetón, por fin, pasó de ser un género marginado a ser uno verdaderamente prestigioso, tanto que se considera como el nuevo pop latino del momento. Mientras la apuesta parecía arriesgada, la visión de aquellos genios detrás de la música comercial y los beats “pegajosos” que enloquecen a la masa por su facilidad de habitar en nuestros oídos más de un día entero –sin tanto esfuerzo– resultó ser el ingrediente mágico que tanto le faltaba a la música latina, para que se convirtiera en el nuevo referente mundial.
No es una sorpresa que la música latinoamericana y caribeña se distinga de entre todas en el mundo por su sazón e inigualable picante. Es decir, cada región en el globo terráqueo se arropa con distintos ritmos y sonidos que vienen tanto de la naturaleza como también de los paisajes sonoros que habitan cada ciudad o provincia.
Sin embargo, somos los latinos aquellos protagonistas de grandes y reconocidas danzas que, desde su verberación antropológica como también en su misma raíz rítmica, se dispersan con facilidad en los oídos ajenos a nuestras dimensiones sónicas.
Sin duda, Bad Bunny no sólo se ha distinguido por su ritmo latino y la autenticidad de su estética, sino por un discurso que ha buscado recuperar todo un legado de la música originaria, como las propuestas contemporáneas que van renovando nuestros discursos, tanto sociales como musicales.
En sus últimos álbumes, Bad Bunny, no sólo nos ha puesto a bailar sin parar, sino que nos ha obligado a escucharlo sin siquiera quererlo en su totalidad. Hablamos de un fenómeno que merece la pena estudiar, pero sobre todo disfrutar y dejar de un lado los refunfuños que el gusto por estos géneros musicales a muchos ha provocado.
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