“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, una frase que paradójicamente no se tiene seguridad de qué estudioso la dijo, pero omitiendo este detalle, es una frase sumamente fuerte y decisiva al momento de decidir lo que recordamos o no.
Un ser humano sin recuerdos, no es del todo una persona, algo similar pasa con las sociedades, no por nada, una de las mayores formas de colonización fue la destrucción del pasado.
Sin duda, y a pesar de que en México no vivimos en carne propia los horrores de la Segunda Guerra Mundial, fue un episodio en la humanidad que es impensable olvidar, ya que marcó uno de los momentos más tortuosos de la historia moderna y lo que los seres humanos podemos ser capaces.
Auschwitz se ha convertido en paradigma del horror nazi, y el exterminio de los judíos en el capítulo central del Tercer Reich e incluso de la Segunda Guerra Mundial. No siempre fue así.
Según Nikolaus Wachsmann en KL. Historia de los campos de concentración, “en las primeras décadas después de la guerra, el terror antisemita quedó subsumido bajo la destrucción general sembrada por los nazis y Auschwitz era otro de los lugares de sufrimiento entre tantos más.”
Hoy en día puede sonar impensable no hablar acerca del Holocausto, pero después de que terminó la Segunda Gran Guerra el ciudadano a pie lo único que quería era olvidar. Vivir con lo poco o mucho que tenía, no estaba preparado para aceptar un episodio tan oscuro.
Por ello, filósofos de la talla de Theodor Adorno y Jean-Paul Sartre se dieron a la tarea de motivar a las sociedades a no sólo cambiar de página.
Las palabras de Adorno siempre han sido malinterpretadas, “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, el filósofo no se refería a que no se volviera a escribir después del genocidio, sino que cómo es que se podía escribir de cualquier otra cosa que no fuera el Holocausto.
En este sentido, y posiblemente más entendido, Sartre empoderó al mundo recordándoles con el existencialismo que el ser humano está condenado a ser libre, lo que significa que la libertad es una carga porque nuestra acción o inacción frente a aquello sigue siendo un voto en el mundo. Por lo que el mundo entero era responsable del Holocausto.
Tal vez impulsados por la necesidad de no olvidar, los que vivieron los horrores fueron los primeros que escribieron al respecto, como la trilogía de Primo Levi que comienza con su testimonio por Auschwitz, Si esto es un hombre (1947); Elie Wiesel quien escribió La noche, tardó diez años en encontrar coraje para escribir sus propias memorias.
Pero fue hasta mediados de los 870 que Claude Lanzmann comenzó a grabar su “monumento” documental de diez horas, Shoah. Así llaman en hebreo al Holocausto, con la palabra bíblica que designa la “destrucción total”. Shoah llegó a los espectadores en 1985, 40 años después de los acontecimientos que recuerdan sus entrevistados.
Este documental basado en entrevistas no deja ningún tipo de concesión al espectador, son 10 horas de entrevistas grabadas desde mediados de los 70 a víctimas, verdugos e historiadores. Sin fotos o imágenes de archivo, utilizando el recurso griego de dejarle a los espectadores reconstruir el horror físico y moral en su mente.
Shoah es un monumento que busca dejar registro de un hecho que muchos ansiaban olvidar, y claro que el autor Claude Lanzmann reprobó las cintas modernas que hablan sobre el Holocausto, ya que puede llegar un punto en el que la ficción limita y banaliza un acontencimiento que aún es una herida profunda.
Por lo que Lanzmann pone en tela de juicio productos cinematográficos accesibles para el mundo como la mini serie Holocausto (1978), de Marvin J. Chomsky, protagonizada por Meryl Streep y Michel Woods, que a pesar de las críticas, despertó por primera vez un debate nacional en Alemania sobre el nazismo.
El segundo impacto de escala mundial lo encontramos con La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg; seguida de El pianista (2002) de Roman Polanski. Pero sin duda, un golpe en el corazón de millones que se situaba en el infierno de Auschwitz fue La vida es bella (1997), de Roberto Benigni.
Hasta llegar a cintas contemporáneas, El hijo de Saúl (2015), de Lászlo Nemes que ganó el Premio Óscar a Mejor película extranjera, la cual cuenta en un lenguaje cinematográfico poco convencional la experiencia de los judíos que formaron parte del siniestro Sonderkommando de Auschwitz, los prisioneros judíos encargados de las cámaras de gas y los crematorios.
Por lo que a pesar de que se habla de un momento horrible en la humanidad, es indispensable hablar de ello desde perspectivas llenas de emotividad e historias veraces que nos impidan olvidar un capítulo oscuro de la historia contemporánea.
“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Tres libros no tan conocidos para no olvidar
Y tú no regresaste, de Marceline Loridan-Ivens
Un libro breve y conmovedor. Una carta abierta al padre que no sobrevivió a la deportación a Auschwitz-Birkenau. “Tú podrás regresar, porque eres joven, pero yo ya no volveré”, le dijo su padre a la joven Marceline cuando fueron deportados. Y ella nunca olvidó esas palabras. Después del horror, de vuelta en París, atenazada por la ausencia de aquel padre benevolente y protector, se quedó sin palabras para explicar lo que había vivido. Con el paso del tiempo, logró adaptarse y se labró una carrera fecunda como documentalista y realizadora cinematográfica junto con su marido, Joris Ivens
Fue hasta que cumplió 86 años que decidió escribir acerca de ese momento que la convirtió en la mujer que fue al final de sus días. Conmovedor, corto y verídico es una mirada en la que podemos sentir la distancia y el dolor aprendido.
Aimée y Jaguar: una historia de amor, Berlín 1943, de Erica Fischer
Una historia real fue la que encontró Erica Fischer, periodista y escritora que recopila la historia de Felice, una joven judía que, bajo un nombre falso, ejerce de periodista en un periódico afecto al régimen nazi, lo que le permite transferir información muy valiosa a la resistencia. Y Lilly, una mujer casada con un oficial destinado al frente ruso y que comulga con las ideas del Führer. El destino hará que estas dos mujeres, de vidas e ideas tan antagonistas, se conozcan y se enamoren. Decididas a vivir su historia de amor con todas sus consecuencias, Lilly pedirá el divorcio a su marido y ambas redactarán un contrato de matrimonio con el que desafiarán no sólo a sus propios prejuicios y miedos sino a los de toda una generación.
Una visión cruda e histórica acerca de la guerra que se vivió en la Alemania nazi. Una mirada poco recurrente del horror de perder un amor y sobrellevar sobre ti la alargada sombra de pertenecer al pueblo que hizo un genocidio.
Odio a la música, de Pascal Quignard
Pascal Quignard a través de diez breves tratados dibuja y desdibuja la percepción de la música en la historia. Desde que se tiene noción de humanidad, la música siempre ha acompañado y vuelto más placentera la existencia. Muchos filósofos lo han dicho, de Nietzsche a Adorno: la música hace mejor la vida. Se registra en los libros más viejos, en la obra de Homero y Virgilio, en los cantos de Asia y Egipto.
Pero hubo una época de terror en que todo se vio desfigurado: la guerra, la llamada Segunda Guerra Mundial, porque mientras se mataba y se encaminaba a los prisioneros a las cámaras de gas, se tocaba música. Existían orquestas obligadas por los nazis a producir la banda sonora de la barbarie.
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