El multifacético Luc Besson, después de dos años, regresa a la pantalla grande como director de una cinta con guion de su autoría: Anna: el peligro tiene nombre. El elenco está compuesto por Sasha Luss en el protagónico, una modelo que empezó a incursionar en la actuación con el mismo Besson en su película anterior, Valerian y la Ciudad de Mil Planetas, pero ahora tiene la oportunidad de lucir como una asesina asediada. La joven ofrece una notable interpretación en el papel principal, lanzándose a la acción y al desprendimiento helado de una mujer completamente aplastada por el peso del sistema que la rodea. Pero Luss no viene sola y está respaldada y apoyada por un trío de actores sumamente talentosos y experimentados, Luke Evans, Helen Mirren y Cillian Murphy, quienes desempeñan sus roles con aplomo y convencimiento.
La historia nos presenta a Anna Politova (Sasha Luss) quien se dedica a vender muñecas en un pequeño, pero bastante concurrido, mercado en Rusia, buscando solo una vida normal. Huérfana a temprana edad, creció en Moscú sufriendo abusos, entrometiéndose en drogas y subsistiendo por debajo del umbral de la pobreza. Con una autoestima inexistente y una esperanza cada vez menor en el mundo, Anna decide una noche terminar con todo.
Pero al borde de la muerte, un hombre misterioso, Alex (Luke Evans), le ha dado la opción en el último minuto: servir durante cinco años en la KGB como agente o morir. Ella acepta el trabajo para poder pensar en un futuro mejor, una vez dentro, está bajo la tutela de Olga (Helen Mirren), quien termina de convertirla en una asesina encubierta de modelo.
Cuando se acerca su marca de cinco años, Anna descubre que su independencia prometida era una mentira. Angustiada y amargada, se da cuenta de que solo ella tiene la llave de su propia libertad. Dada esta situación y los daños causados por ella, Lenny Miller (Cillian Murphy), jefe de la CIA, la rastreará con el objetivo de desarmar a sus rivales europeos, apoyando a Anna a encontrar su jubilación anticipada.
Al igual que Charlize Theron en Atomic Blonde o Jennifer Lawrence en Red Sparrow, Sasha Luss interpreta a una mujer de belleza letal que aprovecha su atractivo erótico y la baja consideración que de ella tienen los hombres poderosos que la rodean para liquidar sus objetivos. Como en los casos anteriormente mencionados, tampoco faltan pelucas rubias y las faldas cortas y ajustadas en la caracterización del personaje.
Como en Nikita de 1990, Besson vuelve al subgénero del espionaje, aunque tanto por estilo como por algunos anacronismos tecnológicos pareciera que Anna: el peligro tiene nombre está ambientada en la década pasada y no en el periodo de la Guerra Fría como en un principio se indica. Sin embargo, bajo el aspecto delicado y espigado de la joven se esconde una auténtica máquina de matar, una identidad que el director irá revelando a base de un exceso de “flashbacks” que pueden acabar mareando al espectador y su retentiva del momento que ocurre en cada secuencia. La película cambia constantemente las líneas de tiempo, saltando entre seis meses antes y el presente con un absoluto desinterés por la narración ordenada y equilibrada, y este es simplemente el principal desacierto del filme.
Es probable que Anna: el peligro tiene nombre sea elogiada por su acción, sus coreografías de lucha y su línea de tiempo entrecortada que parpadea entre el pasado y el presente. Aun así, la película llegará a las salas de cine este 27 de septiembre con otra distinción. Es la primera película de Besson que se estrena desde que nueve mujeres, incluidas ex asistentes, directoras de casting, estudiantes y actrices, lo acusaron acoso sexual (los cargos siempre han sido negados).