Hace poco más de diez años no se nos hubiera ocurrido pensar que el mundo sería como es. Las películas de ciencia ficción ochenteras hablaban de un futuro un poco exagerado, para nuestros ojos, sobre el mundo actual. Piensa en Back to the Future II (1989), cuando viajan al año de 2015 y, bueno, quizá la realidad es completamente distinta a como la ilustró Robert Zemeckis, pero sin duda hemos avanzado de manera exponencial en los últimos años.
Lo que sí es cierto es que, si te asomas a esos años y regresas al presente 2022, podrás darte cuenta del salto gigante que hemos dado como sociedad en menos de la mitad de un siglo, en cuanto a los avances tecnológicos. Esto pareciera poco ante nuestra mirada moderna, pero si revisas la historia podrás notar que en el pasado los descubrimientos y la aplicación de estos, para las nuevas tecnologías, tardaban mucho en desarrollarse.
Aunque también es verdad que siempre han existido grandes mentes, tanto inventoras como artísticas, que nos han demostrado que cualquier futuro siempre es posible. Por ejemplo, Leonardo Da Vinci (1452), quien inventó un helicóptero, o Julio Verne (1828), el escritor que hablaba de viajes a la luna, mismos que no fueron una realidad sino hasta más de cien años después de sus novelas.
La imaginación siempre ha sido el arma más importante para nuestra sobrevivencia y desarrollo como sociedad. Una vez que resolvimos cómo no morir de frío en las oscuras noches primitivas con el fuego, no nos rendimos y exploramos las diversas formas de aprovechar este elemento, para cocinar, para ahuyentar a los animales peligrosos, etc., etc., etc. y una larga fila de estos. Es decir, ahora somos una civilización que ya está planeando tangiblemente ir próximamente a Marte, para después ir más allá a explorar los albores de nuestro universo.
No cabe duda que el futuro está aquí y el presente sigue avanzando hacia cumplir nuestras fantasías más alocadas, todas que hemos alimentado a través de la ciencia ficción e ingenio de varios autores, tal es el caso de Philip K. Dick, quien abandonó el planeta de los vivos hace 40 años para seguir prevaleciendo a través de su literatura y más fantásticas historias.
En este sentido, remarcamos la relevancia literaria que ha conllevado el futurismo y sus aristas hacia una perspectiva en la que desde la ciencia ficción enmarcamos una realidad anhelada, pero también una ya existente per se. Tal lo señalaba Ursula K. Le Guin, este género no es más que el retrato grandilocuente de una realidad ya existente, pero llevada a sus máximas consecuencias a través de elementos “fantasiosos” o todavía no posibles dentro del marco tecnológico.
El legado del escritor estadounidense, Philip K. Dick, es, sin duda, uno que influyó relevantemente en el género y el universo literario que su narrativa proponía. Tan solo algunas de sus novelas más emblemáticas inspiraron a cintas cinematográficas de gran calibre como Blade Runner de Ridley Scott, basada en la novela Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y Total Recall de Paul Verhoeven, basado en el cuento de Dick de 1966 llamado We Can Remember It For You Wholesale, o la emblemática novela del escritor The Man in the High Castle de 1962, misma que actualmente se ha convertido en una exitosa serie de Amazon.
Más allá de retratar una narrativa existente con elementos “exagerados”, quizá también la ciencia ficción se alimenta de profetas que, como Philip K Dick, imaginan un puñado de posibles que, eventualmente, se van convirtiendo en una realidad.
Con alrededor de 44 novelas, Philip K Dick se coloca entre los autores prolíficos que nos otorgaron tantos universos posibles en un periodo de 30 años, incluso cuando su cuerpo abandonó este plano a la temprana edad de 53 años un 2 de marzo de 1982; el escritor consolidó todo un estatuto en el género de la ciencia ficción que hoy en día sería difícil negarle.
Dentro de sus obras podemos distinguir cómo Dick no sólo entretejía grandes tramas en escenarios garigoleados entre la tecnología y filosofías humanas, sino que consiguió profundizar en la naturaleza humana de una manera tan real y sincera. Asimismo, no podemos pasar por alto su deterioro de salud mental, en el que de hecho tuvo visiones a las que él mismo nombraba de paranormales, pero las cuales también le sirvieron para su obra y su agilidad en la construcción de épicos personajes.
Se trata de una figura emblemática en el mundo de la literatura por fragmentar su realidad con la ficción, tejiendo así un universo en el que, poco a poco, nuestra civilización se estaría adentrando casi sin notar.
“La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece”, afirmaba Dick, y sus obras y legado son la prueba de cómo aún sin vida, el escritor sigue más presente que nunca tanto por sus “premoniciones futuristas” como su legado narrativo en el que, casi puedo asegurar, muchas generaciones futuras se verán reflejadas aún con el paso del tiempo.
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